Que no masque chicle, nos decían las abuelas, porque es malo para los dientes y para la articulación temporomandibular (en lenguaje sencillo, que nos descuadran las mandíbulas). Luego nuestros padres las contradijeron: que mascar chicle era bueno para limpiar y evitar las caries. Eso sí, en una y otra generación se acostumbraba a masticar la goma saborizante antes de un encuentro amoroso o de una entrevista de trabajo para aromatizar el aliento. Esta manía de masticar chicle, que los estadounidenses ejercitan en cerca de 2 kilos por persona al año, ha dado mucho que hablar.
Qué hay de cierto en todo ello?
Primero, lo que decían las abuelas era correcto, pues se referían al chicle con azúcar y ya sabemos que este dulce manjar es el delirio de las bacterias que habitan nuestra boca y con ella producen los ácidos que taladran el esmalte de los dientes.
Pero entonces salieron los chicles SIN azúcar y el favoritismo por el chicle recobró réditos, pues se le atribuyó un favorable efecto en el arrastre de residuos de comida en las paredes y espacios interdentales, a lo que se le sumaba el aún más benéfico efecto en la estimulación de la saliva, la que de por sí potencia la producción de iones mineralizantes y bicarbonato que neutralizan a las bacterias antes mencionadas.
Y ahora llega la BOMBA!!, que el chicle con sabor a canela elimina las bacterias que producen el mal aliento. Pero no simplemente que “enmascare” el mal aliento al dejar un halo de aroma en la boca –como ya sabíamos– sino que al contener el aceite esencial aldehído cinámico, actúa como antipatógeno de las bacterias anaeróbicas de la saliva que residen en la parte posterior de la lengua; éstas son precisamente las responsables de la producción de compuestos de azufre volátiles, a través de la putrefacción de las proteínas.
Investigadores de la Universidad de Illinois lo acreditaron en un estudio en el que pusieron a varios personas a mascar diversos tipos de gomas y al analizar la saliva de estas y compararla con su saliva antes de la masticación, comprobaron que disminuyó en más del 50 por ciento la concentración de bacterias anaeróbicas en su saliva que son los principales contribuyentes a la halitosis o al mal aliento.